lunes, 9 de noviembre de 2009

También

Hasta el amor muere.
Eso también.
Aunque pensemos que el querer se va a quedar siempre con nosotros.
Aunque parezca que el corazón va a dejar eternamente un hueco a lo sentido.
Incluso lo más querido y deseado puede olvidarse. Todo es capaz de morir.
Porque lo matamos.
O lo matan. O te lo matan.
Uno no suele matar lo que siente su corazón.
Sobre todo porque no puede.
Así es.
No puede.
El otro se encargará de matarlo, si quiere.

Hasta eso puede morir.

Y no suele morir en los grandes desencuentros.
Ahí no, ahí se alimenta.

Muere después. En la desilusión, en los coletazos. Muere en la espera serena.
El corazón muere cuando se abre y no encuentra calor. Muere cuando se abre con honestidad y sin rencor, y le llega un aire frío e invernal.

El hastío lo mata.

La desilusión lo hiere.

El corazón muere y no mata. Lo matan.

Pero el corazón puede sobrevivir.

Porque no lo matan del todo. Porque nunca se ama con todo el corazón.
Porque hay un trozo de corazón que uno guarda para el amor propio.
Y el amor propio puede ser matado, pero, sólo, si uno quiere.
Por ese sí se puede luchar.

Amor, amado, amante, amigo. Amor, destino, olvido, amigo.
Amor, amado, amor.

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